El desconocido entró por la puerta principal del edificio. La niña lo vio pasar y no dejó de mirarlo hasta que desapareció por el pasillo estrecho que oscurecía precipitadamente. La madre de la chica estaba tan entretenida con su teléfono celular que no se percató de lo que estaba a punto de suceder. El padre de la niña hacía cola esperando por los boletos del avión. Sin que nadie se diera cuenta, Anita se dirigió hacia el pasillo donde momentos antes había visto pasar al extraño. Algo le llamó la atención de él. Poco a poco, cargando consigo su muñeca de trapo, recorrió el pasillo oscuro e interminable. El hombre no estaba allí. No obstante, mientras ella lo buscaba con su curiosa mirada, este estaba tramando un hecho grotescamente histórico.
El padre de Anita ya tenía los boletos en mano. Se dirigió a donde había dejado a su familia. Al ver a su esposa a lo lejos, notó que la niña no estaba con ella. Miró a su alrededor. No había rastro de Anita. Casi instantáneamente se escuchó una explosión. Parte del pasillo donde se encontraba Anita se derrumbó de pronto. Una nube de humo de pólvora y escombros se esparció por el edificio. El padre, aterrado, gritó el nombre de Anita…
Minutos más tarde encontraron el cuerpo sin vida de la niña. A su lado, tenía la muñeca de trapo que su padre le acababa de comprar en su sexto cumpleaños. No había nada qué hacer. Entre gritos de dolor, Manuel levantó el cuerpecito de su criatura. Mirela estaba inmóvil. Nunca se perdonaría haber descuidado a su pequeña. Si tan solo no se hubiera entretenido con su teléfono. Hubo muchos “si tan solo”. Lo cierto es que Anita estaba muerta. Al final, aprendieron que Sandino Torres era un asesino en serie que su única diversión era detonar bombas en aeropuertos.
