El monstruo de la adolescencia se apoderó de él, convirtiéndolo instantáneamente en una circunferencia de luz tenebrosa. De nada le sirvió vivir medio siglo en el planeta si el pobre nunca maduró. Aún sigue el monstruo dentro de él; que, como Hulk, aparece y desaparece. Pero es su íntimo secreto. Solo aquellas que en una ocasión fueron parte de su vida, lo saben. Estas sí conocen al monstruo. Pero, ¿cómo no lo van a conocer si fueron sus víctimas? Mientras tanto, el hombre de cinco décadas sigue viviendo entre nosotros como si nada. Y, aún hay más. Hombres como él hay muchos. Están entre nosotros mientras que el monstruo de la adolescencia sonríe. “Nadie sabe de mi existencia”, dice. “Pero yo sí”, le contesté. Entonces seguí mi camino y empecé a escribir. De eso ya veintitrés años. ¡Qué vida!
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